Muchas veces es por no puedo, otras por qué decido conscientemente pasar el tiempo para escribir y las menos para hacer el ejercicio de memoria y ponerme a prueba de cómo recuerdo y cuento lo que he vivido. Este es el caso de la crónica de hoy, sobre la escapada que realice desde Samboal, en Segovia hasta Pinarejos, que siendo dos pueblos limítrofes y próximos, el hecho que no dispongan de carretera hace que sus nativos y moradores estén distantes. Son apenas nueve kilómetros los que por tierra de pinares les distancia, pero que sepa no hay apenas relación entre Samboaleños y los de Pinarejanos, que así es su gentilicio.
El camino que trascurre como he dicho entre pinares y tierras areniscas, esta prácticamente sombrío y aunque el sol asoma, hasta casi llegar a Pinarejos nos hay descampado.
Respirar aire con olor a resina y pino, debe ser algo adictivo, por que hincho mis pulmones con cierto regusto y gana cada paso que doy. No obstante me gusta en estos caminares, deberme y echar las vista atrás para contemplar lo visión de lo que dejo atrás. EL pinar está decorado con bidones de resina y estas bicicletas que en forma de carretillas sirven de artilugios para trasportar la resina. También me gustan estas detecciones para escuchar el sonido del pinar y sus ocupantes. No tengo los conocimientos para diferenciar los sonidos, pero muchas veces me resulta más divertido imaginarme que eso que acabo de escuchar es un mirlo común o un grajo leonado…no tengo ni idea, pero me divierte. Unos pasos más tarde el ruido que no sonido de unos cazadores me asustan y alertan que están muy cerca. Por precaución , me quito el forro polar para que se me vea bien la camiseta blanca. Hubo momentos, en los que pase miedo y me vi con el pecho sangrando. No tengo nada contra los cazadores, pero una herramienta como una escopeta nunca me ha gustado.
Sigo el camino ayudado por mi nuevo teléfono y su dispositivo de localización. Estoy cerca de Gomeserracin, pero dejo esta población a un lado para centrarme en mi objetivo…Pinarejos.
Paso por varias fincas con sus perros ladradores y con el retorno del desasosiego y la turbación que algunos ladridos me producen, cojo un palo y cual callada coloco en la mano. Y como siempre he sido muy peliculero, me monto otra película, en la que aparece mi familia….mis hijas, mi mujer, mis padres, mi hermano y su mujer…no sé porque pero la muerte aparece en estos lances y con la fanfarronería de un bilbaíno la mando a freír espárragos… Vete a freír espárragos es una frase documentada ya en el siglo XIX en el que se decía anda a freír espárragos o anda a esparragar; esto es, a coger espárragos. La expresión procede en última instancia del proverbio latinoCitius que asparagi coquantur, ‘en lo que tardan en cocer los espárragos’ en latín, y que hace referencia a un tiempo brevísimo, ya que el espárrago debe ser retirado del fuego al primer hervor. Entonces, si lo que se pretende es mantener ocupado el mayor tiempo posible al individuo molesto, o se le manda a recogerlos o a freírlos, en una confusión significativa enviando a freír algo que se ha de hervir, en la línea de algo inútil como la del que asó la manteca.
Y no sólo se le manda a freír espárragos, también a freír churros (lo que es más lógico) y a freír monas(tarea tan inútil como complicada). También es usual que al indeseable se le diga: ¡vete a hacer puñetas! o¡vete a hacer gárgaras!
Y con tanta comida, me entro el hambre y pasando una carretera, llegue hasta El Caserío Gallegos que además posee ermita y por lo que pone la inscripción del cartel, es uno de los lugares que mas trascendencia tenia en otras épocas a la hora de organizar a los labradores y resineros. Hago unas fotos y prosigo la marcha, que en un suspiro me acerca hasta Pinarejos.
Ya en el pueblo y buscado su iglesia, ya que siempre al lado de las iglesias hay bares o cafés, me encuentro con el Bar el Carracillo, que me sirven un café caliente y un buñuelo casero. Aprovecho para descansar y ojear la prensa local, que me da la impresión que siempre habla de lo mismo.
Pregunto al dueño del local el camino hacia Gomeserracin y en un gesto casi me dice todo…Pa´lla en quince minutos llegas.
Tarde algo más por que aproveche a callejear por Pinarejos y ver su ayuntamiento, sus calles y casas. Donde algunas, siendo castellanas, la tradición de la calabaza americana, se ha implantado.
Abandonando ya Pinarejos y rumbo a Gomeserracin percibo que para los agricultores y ganaderos no hay domingos, ya que las tierras y sus tractores están arándose con la mano del hombre. Un poco mas allá, unos pastores con un buen rebaño de ovejas. En el lado contrario otros agricultor sacando remolacha azucarera y casi llegando por el camino de piedra a Gomeserracin otro pastor que a pierna suelta ronca como un oso, pero sin espantar a las ovejas.
Gomeserracin es una pequeña localidad también segoviana, forma parte de la comarca natural del Carracillo, zona que ha sabido ganarse por la excelente calidad de sus productos hortícolas un merecido prestigio en los mercados nacionales e internacionales. Hasta el siglo XIX el nombre de la villa se escribía por separado, pues ya desde el siglo XIII se la cita como Gómez Sarrazin, aludiendo al nombre del que puso ser su más primitivo repoblador del lugar, que debía ser de origen navarro o riojano, pues Serracín es un nombre que se usó solamente en estas dos regiones españolas. Otros investigadores aseguran que el lugar fue señorío del padre de Fernando Sarracín, que fuera obispo de Segovia en los inicios del siglo XIV. Y con tal reseña me acerque de nuevo a la Iglesia y de ahí a uno de los varios bares que tiene el pueblo. Allí me comí este torrezno, que en realidad era un morro y proseguí camino hacia Chatun.
Caminos de tierras, naves con olor a cerdos y fuerte olor a purín me acompañan durante buen tiempo. Me pregunto si con tanta legislación no hay nada que regule este tipo de contaminación olfativa. Desconozco las leyes en esta materia, pero ahora que a todos se les llena la boca cuando hablan de medio ambiente, no hacen nada con esta historia. Por qué….por muy bonito, acogedor y hospitalario sea un pueblo, si no hay dios que respire…no queda ni el tato. En Samboal ocurre algo parecido y no sé como los que de manera continua y habitual residen allí aguantan tan desagradable olor.
Adentrándome ya en pinares el olor desaparece y el camino de arena hunde mis pasos, que cada vez están más cansados. Llevo cerca de seis horas caminando y el agua se me acaba, pero me lo estoy pasando tan bien, que no se me hace largo.
Chatun a la vista y rodeado de arroyos me quita la sed en sus numerosas fuentes. De nuevo me acerco la Iglesia Parroquial de San Andrés, que pasará desapercibida entre las casas de no ser por su esbelto campanario. Lo más valioso de esta pequeña iglesia es su ARTESONADO MUDEJAR del siglo XV y aunque no entro…le tiro una afoto. Perdón por el termino, pero me gusta dejarlo.
Por lo que había leído, El pueblo se crea tras la reconquista hacia el siglo XII, sin cambiar de nombre hasta la fecha. En 1244 figura como Chatun, sin el acento. Diversas opiniones acercan el nombre de Chatún al vasco, con el significado de Ecta ortún, señor ortún (ordoño) siendo posiblemente vascos, astures o navarros quienes poblasen Chatun en origen. Pertenece al Sexmo de Navalmanzano, dentro de la comunidad de villa y tierra de Cuéllar.
Y recordando estas historias me alejo por la calle Samboal a Samboal, donde mi familia me espera ansiosa y yo también.
Deshago parte del camino andado y atravieso de nuevo los pinares que antes pise. Esta sensación de cansancio por momentos me gusta y cuando ya a lo lejos vislumbro Samboal, veo que una de las cosas más bonitas de irse…es siempre volver.
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